miércoles, 6 de abril de 2011

Desvaríos bajo la luz de un farol

...Aquel habría sido el momento de dar media vuelta, pensó, si tuviera intenciones de hacerlo. Sintió una sensación extraña, y entonces se fijó en un farolillo que colgaba de la pared, sujeto a ella mediante espirales de hierro forjado. Pasó frente a él, girando la cabeza para continuar mirándolo.
De pronto, su mirada se cruzó con unos ojos entrecerrados que surgían del  muro, mirándola fijamente. Volvió la cabeza para comprobar lo que había visto; aquello no podía ser real.
            Allí seguían, no se habían movido, y continuaban observándola. Se llevó la mano a la boca para evitar soltar un chillido.
De pronto empezaron a distinguirse también una nariz y unos labios, al igual que el resto del rostro, seguido por el cuello, los hombros…
Un hombre estaba emergiendo del muro. Un hombre. Ella temblaba de puro terror, pero era incapaz de correr, sus pies no respondían, un magnetismo invisible los atrapaba.
Mientras, él ya había conseguido desembarazarse del muro casi por completo. Dejó escapar un suspiro, ya totalmente libre. Alzó la mirada hacia el farol, todavía anclado a la pared. Rozó con la punta de los dedos las espirales oscuras que lo mantenían unido a ella, y fue arrancándolo suavemente. El hierro del farol, ahora convertido en una sustancia pegajosa y blanda, empezó a alargarse en movimientos sinuosos; enroscándose alrededor de su propietario, que sonreía.